El tema ahora es dominante en las noticias y programas de entrevistas; Todo el mundo oye hablar de ello varias veces al día, pero el escritor se pone en la piel de quien, por motivos profesionales, siempre ha vivido a mil millas de este sector que, para nosotros los profesionales, ha constituido durante muchos años una utopía que ahora se ha hecho realidad.
Ciertamente el tema no se puede beber en dos minutos, como cuando había que darle a alguien la receta de la carbonara, pero intentémoslo de todos modos.
Comencemos aclarando qué no es la Inteligencia Artificial: No lo es un gran cerebro electrónico, no mecánico; No es un monstruo con forma humana que escupe juicios sobre nosotros, pobres seres de carne y hueso, ni tampoco acecha perversamente a la vuelta de la esquina para hacernos tropezar y tomar el poder del mundo en nuestro lugar.
No es una entidad abstracta, distinta de nosotros, y deseosa de adquirir suficiente autonomía para tomar todas las decisiones en nuestro nombre.
Siempre podremos cortar la corriente, mecánicamente, si queremos, gracias a la existencia de interruptores manuales, cizallas, hachas y excavadoras capaces de cortar los cables eléctricos. Y eso debería hacernos sentir más tranquilos a todos.
Estamos listos para definir la Inteligencia Artificial por lo que es: un software; un modelo lingüístico (O LLM – Large Language Model), capaz de procesar información presente en la web a una velocidad sin precedentes para responder a nuestras preguntas y necesidades en tiempo real.
No inventa nada ni destruye nada, sino que reelabora lo que el Hombre ya ha puesto en la red para empaquetar la respuesta que necesitamos en un momento dado.
Imagínese encontrarse frente a un empleado de la biblioteca a quien puede pedirle, no que busque un libro para usted, sino que consulte todos los libros que necesita para armar un proyecto de investigación, por ejemplo, sobre los zigurats sumerios.
E imagina que ese buen hombre, en cuanto se lo pides, empieza a buscar todos los textos necesarios a tal velocidad que no lo puedes ver, y luego empieza a escribir un trabajo de investigación de tres mil palabras sobre la mesa y te lo entrega... en tres o cuatro segundos como máximo.
Le preguntarás: ¿Cuánto te debo?
Él te responderá “Nada, el servicio es gratuito” y te sorprenderá que, después de tanto correr, no haya derramado ni una gota de sudor.
Aquí se explica a la gente la Inteligencia Artificial del 2024.
La inteligencia artificial (IA) es un campo en constante evolución que ha experimentado avances significativos en los últimos años.
En 2020, OpenAI lanzó el modelo de procesamiento de lenguaje natural GPT-3, capaz de producir texto modelado según la forma en que las personas hablan y escriben.
En 2021, el Parlamento de la Unión Europea propuso un marco regulatorio para garantizar que los sistemas de IA implementados en la UE sean “seguros, transparentes, rastreables, no discriminatorios y ambientalmente sostenibles”.
OpenAI desarrolló luego DALL-E, un sistema capaz de crear imágenes a partir de indicaciones de texto.

Imagen que obtuve al pedirle a Bing Image Creator que imaginara un partido de la Juve contra el Inter en la Plaza de San Pedro.
Las herramientas de inteligencia artificial generativa, a veces llamadas chatbots, como ChatGPT, Gemini, Claude y Grok, utilizan inteligencia artificial para producir contenido escrito en una variedad de formatos, desde ensayos completos sobre temas de diversas disciplinas hasta código de computadora y respuestas entregadas en base a preguntas simples.
La IA generativa ha ganado una enorme popularidad en los últimos años, especialmente con chatbots como ChatGPT y Gemini, junto con generadores de imágenes como DALL-E 2 y Midjourney.
Estas herramientas se utilizan a menudo para crear copias escritas, código informático, arte digital, diseño de objetos y más. Se utilizan en industrias como el entretenimiento, el marketing, los bienes de consumo y la fabricación industrial.
De cara al futuro, uno de los próximos grandes pasos de la IA será ir más allá de la IA débil, o IA estrecha como la conocemos hoy, que se genera a partir de meros modelos de lenguaje, y avanzar hacia la inteligencia artificial general (AGI).
Con la IAG, las máquinas podrán pensar, aprender y actuar de la misma manera que los humanos, desdibujando la línea entre inteligencia orgánica y artificial.
Esto podría allanar el camino para una mayor automatización y capacidades de resolución de problemas en medicina, transporte y más, así como para una IA sensible, capaz de tomar decisiones informadas, casi adquiriendo su propia forma de sabiduría basada en billones de datos estadísticos.
Cuando hablamos de Inteligencia Artificial no hablamos de un tema nuevo: es una rica historia, que se remonta a los años 60, con el informe ALPAC del gobierno de Estados Unidos que puso de relieve la falta de avances en la investigación sobre traducción automática.
En la década de 1970 se crearon en Stanford los primeros sistemas exitosos, como DENDRAL y MYCIN.
En 2020, OpenAI lanzó GPT-3.
La tecnología de inteligencia artificial continúa evolucionando rápidamente con nuevos descubrimientos y aplicaciones que impactan diferentes sectores de la sociedad.
Es un error de mal gusto, por tanto, relegarlo a la condición de juego tecnológico extravagante y peligroso, de sabor casi lúdico, como diría cierta vulgaridad muy difundida hoy en las redes sociales: si un día seremos capaces de prevenir enfermedades que hoy llevan a muchos seres humanos a la tumba por no ser identificadas a tiempo; si un día un avión en problemas a gran altitud podrá aterrizar sin desastre; Si un día disponemos de un sistema domótico que, mientras estamos en el trabajo, será capaz de prepararnos una cena nutricionalmente sana, evitándonos tener que recurrir a soluciones de última hora como atiborrarnos de pizza o “solucionarnos” con dos bocadillos y una cerveza, se lo deberemos a una Inteligencia Artificial a nuestro servicio, y en nuestro total control.





